viernes, 18 de junio de 2010

A LAS BARRAS BRAVAS TAMBIEN LAS CONTABILIZA EL INDEC


Totalmente zarpado, bailando simiescamente una coreografía netamente barrabrava y justicialista, el jibarizador de la inflación apoyaba la Resolución 125, rodeado de guardaespaldas especializados en artes marciales, o quizá ya precalentaba para Sudáfrica 2010.

A la doctora Cristina Elizabet Fernández le caen las generales de la ley. No puede hablar de fútbol como primera mandataria, entendiendo el término como un poquito más amplio como si patear con tres dedos o si jugar con línea de cuatro en el fondo. Más con la prosapia que tiene. Por sus orígenes griegos el fútbol alude sin cortapisas a la tierra, al solar natal. Su mamá, Ofelia Wilhem de Fernández, para ayudar a la economía familiar y educar los hijos siempre tuvo un puesto de chorizos a la genovesa en la cancha de Gimnasia y Esgrima de La Plata y su hija ya senadora y su yerno presidente monoplaza, si no la paran, se tira a una fórmula salvadora del club con El Tuerto Muñoz a la cabeza, un personaje que concurrió siempre a la casa y además de peronista hizo la carrera de levantador de quiniela, capitalista de juego clandestino y últimamente algo vago, muy propio de esos niveles, con las cajas de las mutuales y sindicatos de la capital bonaerense.
Lo único original es el mote porque tiene los dos ojos, aunque escudados en un formidable par de culos de botella. Llegó a la presidencia del club y en un memorable encuentro con Boca Juniors que fue suspendido a raíz de su intemperancia, en el entretiempo fue hasta el vestuario del árbitro, el sargento de Ejército Daniel Giménez, y lo cogoteó mientras le vociferaba no precisamente salmos bíblicos. El agredido, una joya que fue el único soplapito en no acatar la dispoción de la AFA del minuto de silencio en honor al 25º aniversario de la gesta del 24 de marzo, entendió que si no lo querían matar, por lo menos le iban a hacer pupa porque había dos más por las dudas, como refuerzo o entrar a la cancha si el titular se cansaba. No jugado el segundo tiempo, hecha inútilmente la denuncia en los tribunales platenses donde los triperos siempre serán locales, al año siguiente al soplapitos le dieron de baja y El Tuerto al final se tuvo que ir de su gesta redentora de uno de los clubes más viejos en medio de una convulsionada asamblea donde hasta hubo tiros al aire.
La Plata tiene su historia en la materia y no parece nada casual que después haya llegado a decirse que con Córdoba disputó el honroso título de Capital Nacional del Capitán Capucha. A principios del siglo pasado el antagonismo futbolero por excelencia era el enfrentamiento con los uruguayos, mejor dicho, los ingleses que moraban en ambas capitales. Si ya cruzar durante toda una noche el Mar Dulce, así no hubiera sudestada, bajar y tener que sobrevivir a un control aduanero que consistía en abollar humanidades y quitarles las banderas nacionales con que se envolvían el torso, debajo de las camisas, calentaba algo el ambiente. Los encontronazos eran tales que, como siempre, el gobierno de turno estuvo a punto de prohibirlos. Cuando a los hermanos del otro lado les tocaba venir para acá, un Comité de Recepción los esperaba con el primer ágape en los docks, después esperar que se trasladaran hasta Constitución para tomar el Ferrocarril Sud, donde les era ofrecido otro refrigerio y al llegar a la Ciudad de las Diagonales, para no usar un lugar común, antes de llegar al bosque y que no se asustaran como Caperucitas por el Lobo, recibían el postre. Al término del encuentro la secuencia era la inversa, pero las pateaduras incluso podían tener sus alternativas de acuerdo al resultado del encuentro futbolístico en sí. Ver detalles sobre la primera muerte.
El club Gimnasia y Esgrima, aparte de su antigüedad, que no es poca, también tiene sus lauros en la materia de violencia futbolera (no de violencia en el fútbol). El mote de triperos se lo ganaron en la cancha porque el grueso de su parcialidad por aquellos años eran los obreros de los frigoríficos ingleses en el puerto de Ensenada, que se venían en el tranway y se bajaban prácticamente en la puerta, ancha faja negra enrollada en la cintura y la faca con que faenaban las achuras por las dudas. Llegado el caso despuntaban el vicio con algún contrario díscolo. Tanta civilización y dudoso origen social de estas huestes, que desentonaban con un nombre tan paquete, hizo que un grupo de asociados cajetillas, con aspiraciones a mantener las apariencias de su clase, se fueran y fundaran a Estudiantes de La Plata, al que cariñosamente no tardaron en motejar de pincharratas.
Después no se puede soslayar el contar con un paradigma del barrabrava en estado puro como Marcelo Amuchástegui, más conocido como El Loco Fierro, que además de tirar dos estudiantes en el amanecer del trayecto del expreso Rayo de Sol del Mitre, camino a Córdoba, cuando en la Argentina había trenes, después de aligerarlos de las camperas, calzado sport de marca si valía la pena y algún cambio, tiempo después, en Rosario, lo bajaron balas policiales una noche de diecinueve (19) tiros por la espalda cuando trataba de trepar una medianera y ganar una terraza. También iba camino de La Docta, a pactar un partido con el Racing cordobés. Nunca se pudo corroborar la versión oficial de los temibles uniformados santafesinos que en esta y otras materias lucen cucardas como para no ser mirados a menos en comparación a La Maldita bonaerense. Ir a un sonado hecho histórico de represión política.
El réquiem oficial al Loco, en la sede del club, de cuerpo presente, se lo ofreció un hoy camarista del fuero federal, peronista el hombre, "no como juez, sino como gimnasista", según se encargó de aclarar, sentida alocución luego de la cual sus cenizas fueron esparcidas atrás del arco que da a la calle 60, en el Bosque, mientras el cielo atronaba con pirotecnia como para hacer la banda sonora de cualquier guerra de Medio Oriente. ¿Se conoce algún otro fenómeno igual?
Al Mundial 90 en Italia, La 22, el grupo que lideraba Amuchástegui se cortó solo, aparte del oficialismo del grueso de semejante embajada diplomática, que fue con El Abuelo Barritta a la cabeza en el Jumbo 747 que charteó la AFA para dirigentes e invitados especiales. La fuente de financiación no fue un misterio para nadie: la cadena platense de comercios dedicados a la venta de electrodomésticos, cuyo dueño, en ese momento, era presidente del club. Y se portaron como chicas de liceo.
A una política como la ex senadora, que ha hecho de los derechos humanos su más preciado caballito de batalla, nativa de la misma ciudad donde iniciaron su trayectoria mujeres como Hebe de Bonafini y Estela Carlotto, no se le puede escapar que la barra gimnasista fue la única que le aportó mano de obra gratis al entonces coronel Camps en aquellas noches que eran más negras que lo negro. Diego Bonadeo, de sus años mozos como rugbier, suele recordar a un tal Pomerich, joven de origen croata, comunista renegado y pasado con petates y todo a la vereda de enfrente, que luego de tan consecuente trayectoria gran relación gran con los cenetas del rector Otalagano, y en su momento, retornada la institucionalización, al frente de una Unidad Básica ubicada atrás de la cancha del Bosque donde reunía y adoctrinaba a un selecto grupo de bravos triperos y donde solía frecuentar un nazi inveterado como el Indio Castillo.
Todo único en el mundo. Como el sector de la barra tripera a la que le decían La Culta porque la integraban funcionarios y empleados de los Tribunales. Denuncia o demanda contra el club tenía asegurado dormir el sueño de los justos. ¿Conoce la presidenta, que es abogada y acusa a los Tribunales de tener puertas giratorias para liberar procesados, condenados y con libertad condicional, barrabravas o no, algo semejante en el mundo?
Ayer, en La Rioja, durante una alocución en la gestión discursiva de dos plazas que está cumpliendo, se quejó amargamente de lo que está sucediendo en Sudáfrica, donde bien con mentalidad futbolera al estilo Bilardo o Macri, para dar apenas dos nombres y no abundar en una materia que ya está como chupete de mellizos, sólo le faltó denunciar una confabulación antiargentina cuando dijo que a otros países no le dejan entrar miles de violentos y acá tanto escándalo por 50 o 60.
Saltó la liebre. En el único país del mundo que viene fletando Súper Barras desde 1982, apañadas y hasta financiadas en parte por la AFA que regentea su ahora socio Julio Grondona en la TV Pública, los videos enviados sistemáticamente desde Sudáfrica gracias a la guerrita doméstica con el multimedio, uno de los capos, en discusión con la policía local, habla de 300, a un costo sólo de pasajes de más 2,5 millones de dólares. Aparte de la barra oficial que viajó en el avión con los jugadores, bancada por el trío del cuerpo técnico y la AFA, las dichosas Hinchadas Unidas Argentinas, pergeñadas por un ladero de su jefe de gabinete Aníbal Fernández, también de Quilmes y tan cerca que es imposible no pensar no lo peor, sino lo obvio, Marcelo Mallo, un personaje tan imprensentable por su currícula política como indefendible, resulta que ante el escándalo optó por la borrada al mejor estilo de su cumpa Casildo Herrera y tomarse las de Villadiego del Mundial, no sin antes declarar que su objetivo político había sido volver a la majada a las ovejitas descarriadas de las tribunas y tener tropa propia y fresca para las elecciones del año que viene. Otra vez los derechos humanos llevados por delante: a España 82 los Sea Harrier obligaron a un bajo perfil y evitar el apoyo abierto de Adidas, Amalia Lacroze de Fortabat y el mismísimo Carlos Lacoste porque el objetivo era totalmente político, tal como pararle la mano a los montos y evitar que pancartas alusivas a lo que no había todavía terminado en la Argentina, pero empezado a ventilar gracias al Mundial anterior, soliviantara a la opinión pública del mundo en la dichosa campaña antiargentina.que encabezaba Le Monde y otras porquerías subversivas de igual talante en el Primer Mundo.
La diferencia de 50 a 60, suponiendo que el total son 300, porque en realidad son algunos más, lleva a pensar que aquí también está la mano de uno de sus subordinados, preferido de su marido, el inefable Guillermo Moreno, un cultor refinado de la violencia como el camino más corto y expedito para lograr los objetivos, siempre y cuando estén ordenados debidamente por la superioridad, y su pasión por dibujar el índice mensual inflacionario sin que nadie se dé cuenta porque, como dijo El Chango de Anillaco, la corrupción es como un pez en el océano: no deja huellas... El principal ladero presidencial, el líbero quilmeño Aníbal Fernández, encargado de salir y faulear cualquier intento contrario de pelotas en profundiad, lo defiende en el Congreso con el argumento obvio: obedece órdenes, es un subordinado. Al sillón de Rivadavia le desconectaron el audio, evidentemente.
Cuando ya la patética bufonada barrabrava está por el suelo, ahogándose en su propio papelón, este tipo de aritméticas puede llevar al mismo final catastrófico que el económico por más que soplen algunas brisitas de bonanza. No hay que olvidarse que los gobiernos pasan y el fútbol queda. Además, presidenta, que el fútbol es como la Copa: se mira y no se toca... Y ojalá que, como dicen, Argentina se traiga el título porque el bochorno está próximo, a la vuelta de la esquina, y encima con el nivel barrabrava que durante el vapuleado menemato había trepado solamente hasta la Secretaría de Deportes, ahora subió dos escalones más, haciendo estación en la jefatura de gabinete. Para colmo, es como el napalm: donde pega, no sólo se adhiere y quema, sino que se lleva el pedazo como recuerdo y deja el boquete como souvenir.