LO GROTESCO DE LAS PALABRAS
Todas las expectativas de armar zafarranchos mediáticos por cualquier pavada pudieron hacer prever que iba a arder Troya. No pasó nada. Agua destilada como dosis oncológica, remedios vencidos, truchos, robados, una droguería instalada adentro mismo del otrora glorioso policlínica peronista, los lógicos parientes desarticulados de dolor clamando la consabida justicia frente a las cámaras de la tevé noticiera y nada más.
Como que la realidad se ha vuelto, además de más puerca, mucho más mediática y poco creíble. Un multimillario de pelo rojizo se convirtió a fuerza de billetes en caudillo político con aspiraciones y pasó a ser el emir de la efedrina merced a un juez cuestionado hasta por la forma en que se peina. Tres cadáveres de jóvenes rotulados empresarios, de manera sistemática, como matan los entrenadores del Mosah a sus discípulos y un jolgorio de efedrina que hizo olvidar a todos que 14 años antes borraron a un semidios de Villa Fiorito y todo su equipo muy personal del Mundial de Estados Unidos y que ahora estaban de vuelta en la selección, pero dirigiéndola, uno de ellos a 150 mil dólares mensuales. Eramos las pobrecitas víctimas de la inclemencia de las leyes de la oferta y la demanda en el mundo siniestro de las drogas que se enseñorea en otras partes del mundo.
A alguno se le ocurrió hablar de remedios truchos, de un circuito para nada casto, pero saltó lo del Policlínico Bancario, un Juan José Zanola que lo dejó hasta sin aire al globo de Huracán cuando fue presidente, el nombre de droguería San Javier y otra cara, una sola carita, pero también con la consabida inminencia de elecciones internas sindicales en el gremio. El juez, en su momento, con la revoleadas de medias en Spartacus fue más noticia y de alguna manera lo sigue siendo porque permanezca en el puesto, y justo en un juzgado federal, no queda prolijo mucho más allá de lo estrictamente leguleyo.
No es que nos hayamos acostumbrado a lo podrido ni que ya estemos corrompidos. Ma, sí, a esto no lo arregla nadie. Todos los días los noticieros de televisión se encargan de mostrar la alegría con que salen los beneficiados de las salas de audiencia, después de un juicio oral, llorando de alegría por tener una justicia tan justa y está todo dicho.
Está como un poquitín cínico. Anuncios que sólo son anuncios, pares de aros de precios fastuosos, terrenos por una bicoca revendidos por containers de plata y lo más serio del debate republicano es cuántos presidenciables tendremos hoy día. Nadie cree en nada. La Iglesia tiró la hostia y polemiza con cifras económicas como si el Evangelio lo hubieran hecho a dos manos Adam Smith y Carlos Marx. Los índices económicos de cualquier tipo no son según la cara de quien los quiere comprar, sino del caradura que da la conferencia de prensa con cartelitos atrás. La cantidad de pobres, indigentes, muertos de hambre, desocupados y otros rubros del fondo de la olla forman una tómbola siniestra con la cantidad de desocupados, despachurrados en las rutas los fines de semanas y víctimas mortales de la violencia futbolera.
Por momentos da toda la sensación que hemos perdido el rumbo y que lo importante, lo único, es clasificar para ir al Mundial de Sudáfrica. Es tal la desazón, el descreímiento, el todo va a igual ni siquiera el de la venalidad discepoleana, que hasta en una de esas tienera razón un uruguayo al que lo tuvieron diez años en un pozo para que no viera nada y le alcanza con abrir los ojos.